sábado, 26 de mayo de 2012

Quiero ser

Eran las cuatro y media de la tarde, Susana salía del cole y en la puerta estaba su madre esperándola. Nada más salir, como cada día, se montaron en el coche para ir a casa. Mientras iban de camino, Susana comenzó a hablar.

-Mama.

-¿Qué? -Preguntó su madre.

-Ya sé lo que quiero ser de mayor... ¿sabes el qué?

-No, no lo sé, ¿qué quieres ser?

-Pues quiero ser Rey.

-¿Rey? -su madre la miró con curiosidad -¿Y por qué quieres ser Rey?

-Pues porque es quien más manda, y como hay tantos problemas, pues podría arreglarlos.

-Ah, muy bien hija, ¿pero sabes lo que tienes que hacer para ser Rey?

-No... ¿qué hay que hacer?

-Pues tienes que ser hijo del Rey de ahora, y cuando él se muera, pues ocupas su puesto.

-Ah, pero papá y tú no sois reyes, entonces, ¿cómo lo hago?

-Pues creo que no podrás ser Rey entonces, y menos siendo chica.

-¿No? Pues me parece muy injusto, ¡habría que cambiarlo!

-Sí, ¿pero sabes qué?

-¿Qué?

-Que podrías ser Reina.

-Ah, ¿si? -Susana se interesó de repente por lo que su madre le decía -¿Y qué tengo que hacer?

-Pues la reina es la mujer del Rey, así que tendrías que conocer a su hijo el príncipe, estar guapa y tratarle muy bien para hacerte su novia, así serías la princesa, y cuando el príncipe fuera Rey, tu serías la Reina.

-Ahm... -Susana se quedó pensativa unos instantes -Creo que no quiero ser Reina, mamá. Pero sigo queriendo ser Rey.

martes, 8 de mayo de 2012

Son tontos

En el pueblo de Landia existe la costumbre, desde hace muchos años, de que cada 1 de Mayo, día de los y las trabajadoras, los padres y madres hacen algún regalo a sus hijos e hijas. Así, al día siguiente en el colegio, los niños y niñas cuentan en qué trabajan sus padres y madres y qué les han regalado.

-Empezaremos por ti, Iván, ¿qué te han regalado y en qué trabaja tu padre o tu madre? -preguntó la profesora.

-Pues me han regalado unas zapatillas de correr porque mi mamá es atleta, entrena en las pistas del pueblo y ha ganado muchos premios.

-Muy bien. Laura, ahora te toca a ti.

-A mí me han regalado una videoconsola, muy buena, ya que mi padre gana mucho dinero porque es el dueño del banco del pueblo. Y en el banco, la gente deja su dinero para que lo guardemos y mi padre se lo deja a otras personas que luego le devuelven más dinero del que les presta.

-Ah, muy bien Laura. Te toca, Alberto.

-Pues mi padre me ha traído un balón de cuando Leo Messi vino a jugar al campo de fútbol del pueblo, porque mi padre es el alcalde de aquí y el jefe del Partido de Pies Sucios y Orejas Enormes que ganó las elecciones.

-Perfecto. Es tu turno, Nuria.

-Mi papá es el jefe de la empresa constructora del pueblo, y gana mucho dinero mandando a los obreros construir cosas en el pueblo. Mi mamá me ha regalado una casa para las muñecas.

-Genial Nuria. Ahora le toca... -la profesora miró a Luisa, que debía ser la siguiente y vio como se ponía a llorar de repente -. ¿Qué te ocurre, Luisa?

-Nada profe, es que mi madre y mi padre son tontos.

-¿Pero por qué? -preguntó extrañada la profesora.

-No me han regalado nada...

-Pero eso no significa que sean tontos, ahora con la crisis no hay tanto trabajo y a lo mejor no tenían dinero -respondió intentando tranquilizar a Luisa.

-No, profe, si por eso digo que son tontos.

-¿Por qué? -volvió a preguntar, más extrañada si cabe, la profesora.

-Porque mi padre y mi madre trabajan los dos todo el día, pero dicen que no tienen dinero para regalarme nada y luego les hacen regalos a todos ellos -dijo Luisa mientras señalaba a sus compañeras y compañeros.

-¿A ellos? -preguntó la profesora, que no daba crédito a lo que oía.

-Si, porque verás, profe. Mi padre y mi madre se pasan el día trabajando en la empresa del padre de Nuria, son de los obreros que construyen las cosas para que su padre gane dinero. Mi madre trabajó para construir las pistas de atletismo para que entrene la madre de Iván y gane dinero. Mi padre estuvo pegando carteles y votó al Partido de Pies Sucios y Orejas Enormes para que el padre del Alberto fuera alcalde y ganase dinero. Y por si fuera poco, el dinero que ganan mi padre y mi madre se lo llevan al banco del padre de Laura porque dicen que si no, nos pueden quitar la casa. Y claro, ahora descubro que es para que el padre de Laura gane dinero. Así que mi padre y mi madre deben de ser un poco tontos, ya que trabajan todo el día para que el resto sean los que se lleven su dinero.

sábado, 5 de mayo de 2012

Mariquitas

Eran las 5 de la tarde de un domingo en casa de Pablito. Como cada domingo, su padre estaba en el sofá, descansando tras una dura semana de trabajo en la oficina. Su hermana, dos años mayor que él, andaba en su habitación haciendo dibujos o, tal vez, jugando con sus muñecas. Mientras tanto, su madre recogía la cocina, planchaba y hacía la colada que no había podido hacer durante la semana al estar trabajando en el servicio de limpieza de portales.

Pablito se encontraba junto a su padre, viendo la tele ya que acababa de empezar el partido de fútbol. A los 10 minutos se levantó del sofá.

-¿Donde vas? -le preguntó su padre.

-No se, no me gusta el fútbol, es muy aburrido -respondió Pablito.

-¿No te gusta el fútbol? Pues los que no les gusta el fútbol son mariquitas... -respondió su padre en tono burlón.

-Es que... prefiero ir a jugar con la tata.

-¿Con la tata? Pues jugar con muñecas si que es de mariquitas.

-Jo, no se, pues voy a ir con mamá y así la ayudo, que me gusta planchar.

-¿Planchar? No, si al final va a resultar que nos vas a haber salido mariquita...

Pablito se quedó quieto un momento y tras pensarlo, se volvió a sentar junto a su padre.

-Así mejor, con tu padre viendo el fútbol como un hombrecito.

Tras unos instantes de silencio, finalmente Pablito se decidió a preguntar a su padre.

-Entonces, papa, ¿los mariquitas no ven el fútbol, juegan con sus hermanas y pueden ayudar a su mamá a planchar si quieren?

-Si, los mariquitas hacen esas cosas, hijo -respondió su padre más atento al partido que a otra cosa.

-Entonces, papá, ¿qué tiene de malo ser mariquita?

viernes, 4 de mayo de 2012

El Rey

Érase una vez, hace muchos muchos años, en un lejano reino, se encontraba el Rey Juan en su inmenso palacio un poco aburrido. Como no sabía qué hacer, ya que contaba con sirvientes que le limpiaban la casa y hacían la comida, decidió salir a dar una vuelta aprovechando que hacía calor.

Tras un rato caminando, una niña se dirigió a él.

-Buenos días.

-Buenos días, muchacha -respondió el Rey Juan.

La niña se quedó mirando al Rey de arriba a abajo, sorprendida porque era la primera vez que veía a alguien con tan elegantes ropas y adornos.

-¿Quién es usted? -Preguntó al fin.

-Soy el Rey Juan, ¿y tú como te llamas, muchacha?

-Me llamo Gracia, señor -su sorpresa crecía, pues acababa de conocer al Rey.

-Encantado de conocerla -respondió el Rey Juan dispuesto a proseguir su camino.

-Perdone -le entretuvo la niña -, todos esos adornos, esa capa, y esas ropas tan lujosas, ¿las lleva usted por ser Rey?

-Claro, muchacha, un Rey no puede ir por ahí vestido de cualquier manera.

-¿Y qué hizo usted para ser Rey, señor?

-Pues hace muchos años este reino estaba gobernado por un señor muy malo, y yo tuve que enfrentarme a él y todos sus soldados, hasta conseguir vencerlos a todos y echarlos de aquí.

-Jope... -la niña quedó boquiabierta -Pero... debe ser usted muy fuerte para haber ganado a ese señor malvado y a todos sus soldados, ¿no? ¿Como lo hizo usted solo?

-Jeje -sonrió el Rey Juan -. No, muchacha, no lo hice sólo yo, sino que junto a mi también lucharon más soldados.

-Ah, ya entiendo -respondió la niña, antes de torcer el gesto y hacer una última pregunta -. Pero entonces, ¿por qué el resto de soldados no son reyes también?